dimecres, 10 d’agost del 2022

No más colillas

La proliferación de colillas por senderos y zonas de acumulación de visitantes en los espacions naturales, en la montaña o en las playas, es inversamente proporcional a la longitud y dureza del recorrido para llegar a dichos lugares. A pesar del pequeño tamaño de las colillas, el daño que ocasionan es considerable.

Es lamentable constatar esto tanto en la montaña como en las playas. En el mar, además, las tortugas y las aves marinas pueden morir al tragarse las dichosas colillas —así como los objetos de plástico de tamaño crítico—, simplemente por obstrucción de sus vías digestivas y respiratorias. Y en los bosques, las colillas no apagadas y tiradas irresponsablemente puede generar lamentables pérdidas por incendio.

Por lo demás, las colillas contienen contaminantes muy dañinos: plomo —es un metal pesado y tiene la capacidad de formar muchas sales, óxidos y compuestos organometálicos—, formaldehído —es una sustancia química inflamable, incolora y de olor fuerte que se produce a nivel industrial y se usa para la construcción de materiales como tableros de partículas, madera contrachapada y otros productos de madera prensada— y arsénico —se conocen compuestos de arsénico desde la antigüedad, son extremadamente tóxicos—. La solución a dicho problema es bien sencilla: llevarse a casa las colillas (en una cajita metálica) y depositarlas adecuadamente en los puntos de recogida de residuos, y, por otra parte, contribuir a difundir la buena práctica de no dejar rastro a nuestro paso —incluso llevarnos los residuos de otros en una bolsa de plástico destinada a esta finalidad— por esos lugares que tanto amamos. $\diamond$

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